Todos necesitamos un abrazo. Esa es una sentencia muy real. Pero, en tiempos de virus y habiendo ¿terminado? con una pandemia… ¿es sano abrazarnos?
En la década de los 80’s, Kevin Zaborney, psicólogo por la Universidad de Michigan, se puso a analizar el estrés recurrente en la mayoría de las personas y llegó a la conclusión de que si recibieran más abrazos, esto podría ayudar en su salud mental, emocional y física. Por lo que decidió promover el 21 de enero como Día Internacional del Abrazo.
Según un estudio publicado por la revista Lancet, luego de desatada la pandemia, se registró un aumento de 53 millones de casos de trastorno depresivo a raíz de la distancia, siendo los más afectados los jóvenes y las mujeres. En el caso de los primeros, por perder el contacto físico y social con sus amigos, debido al cierre de las escuelas y en las mujeres, por la carga de responsabilidades en el cuidado del hogar, aunado al crecimiento de violencia doméstica durante la pandemia, dice la investigación. Es decir, que la falta de contacto afectivo y apoyo con otras personas fue lo que afectó de manera considerable a la población general.
Ahora, ¿cuáles son los beneficios de los abrazos? Ante todo, disminuye el estrés. Pero además, un abrazo da sensación de seguridad y protección, ayuda a nuestra autoestima, nos transmite energía del otro, mejora las relaciones interpersonales y promueve la sensación de tranquilidad.
Puede que un abrazo no tenga la solución al problema que en ese momento nos afecta, pero su magia recompone nuestras heridas y nos transmite que más allá de lo ocurrido, hay alguien que nos quiere y se preocupa por nosotros. Como el abrazo eterno de mamá, cada vez que de pequeños, nos lastimábamos. O el de un amigo entrañable, a quien no veíamos hacía mucho tiempo, o del hermano que ya formó su familia, pero siempre está cuando uno lo necesita.
Abrazar es acariciar el alma de la otra persona y proporcionarle un refugio entre nuestros brazos. Un gesto pequeño pero repleto de sentimientos, que cura y recompone a nivel emocional. Abrazar es hablar el lenguaje del corazón. Y esa, sin duda, es la más sana de todas las lenguas.